La Contraloría General de la República (CGR), es un organismo constitucional de control gubernamental, que fiscaliza y protege el patrimonio público en beneficio de la sociedad. De un tiempo a esta parte se ha convertido en una de las instituciones más creíbles del país y esto ha sucedido desde la asunción del Contralor Camilo Benítez, joven abogado y catedrático universitario que incluso es el actual presidente de la Organización Latinoamericana y del Caribe de Entidades Fiscalizadoras Superiores (OLACEFS) hasta el 2025.
Benítez fue quien le cambió la cara a una de las instituciones más corruptas del país, que siempre estuvo en el ojo de la tormenta por ser el destino predilecto y lugar de trabajo de las y los amantes, así como la parentela de toda la clase política. La CGR se hizo muy visible por las malas administraciones de sus anteriores titulares, quienes siempre terminaban procesados y hasta condenados, es el caso de Rubén Velázquez o Enrique “El Chino” García, quienes afrontan procesos judiciales por los manejos desprolijos en que incurrieron.
Pese a los limitados recursos con que cuenta este órgano de control, de un tiempo a esta parte se las ha arreglado para hacer los trabajos de forma prolija y eficiente, obteniendo resultados interesantes en la lucha contra la corrupción y el manejo de la cosa pública. El llamado a las autoridades que manejan el Presupuesto General de Gastos de la Nación, a que se les dote de más recursos económicos y de infraestructura así como de personal idóneo que hizo el propio Contralor, es una muestra de que se está queriendo hacer bien las cosas y abarcar incluso las Binacionales, que por una medida dispuesta por la Corte Suprema de Justicia, han quedado sin la posibilidad de ser controlados, con la consecuente posibilidad del manejo desprolijo de la cosa pública, que finalmente le pertenece a todos los paraguayos.
Este diario estará expectante de los acontecimientos a futuro, aplaudirá y expondrá el trabajo que se haga bien, más será implacable y se dedicará a denunciar a los funcionarios públicos que no honren los cargos para los que fueron elegidos, para que Dios y la Patria se los demanden.