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De cómo el egoísmo fundió dos poderosas cooperativas

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Organizar una cooperativa no es complicado; sostenerla, sí, mantenerla con buen prestigio, mucho más. Eso lo saben los grandes cooperativistas como, vale mencionar a algunos, Cornelius Walde, Sarmiento Schultz y los sacerdotes Guido Coronel y Enrique Torrijos. Nos referiremos al imperio creado por estos dos últimos y cómo desaparecieron las respectivas potencias creadas por ambos.

Copasagú Ltda, un imperio en medio del monte de La Paloma, Canindeyú, 1.200 socios, produciendo los primeros 150.000 kilos de trigo en la marcha hacia la soberanía cerealera.

En Paraguay han aparecido y desaparecido muchas cooperativas, muchas de estas intrascendentes en el contexto nacional. Desapariciones atribuidas a la falta de identidad con el proyecto o por la equivocada elección de las autoridades. Claro, situaciones extraordinarias también han podido influir para su desaparición.

Transcendió en los últimos meses una campaña por desestabilizar una gran cooperativa paraguaya, Colonias Unidas de Hohenau y Obligado, Itapúa. Poderosa empresa comunitaria que no solo promueve el bienestar de sus miles de socios sino influye para la estabilidad de la economía del país. Las excusas parecieran no sobrepasar el bagatelaje desactivado conforme establece las normas legales.

Padre Enrique Torrijos, alma, corazón y vida de la Cooperativa Copasagú desaparecida por el desatino creado por el egoísmo.

Si la idea, como todo hace suponer, es destruir la cooperativa ni imaginemos el efecto contaminante que generará en toda la cadena productiva del país.

Veamos dos ejemplos de lo que produjo el cierre de sendas cooperativas paraguayas de los últimos 40 años.

1-Cooperativa de Producción Agrícola (COPASAGU) Limitada, uno de los grandes emprendimientos con que disponía La Paloma, Canindeyú, en la década de 1970. Contaba con 1.200 socios que entre los años 1977 y 1979 sufrieron los efectos de sequía primero y grandes lluvias después que inutilizaron gran parte de los sembradíos. Sus socios producían trigo y soja. En 1979 produjeron los primeros 150.000 kilos del cereal cuyo procesamiento se realizó en el molino “Palotinense” de Puente Kyha, Canindeyú, costruido aquel año.

El capitán de este enorme buque fue el padre Enrique Torrijos Rubio (1930, Alguazas, Murcia – 2015, Alguazas) un sacerdote de la congregación del Verbo Divino que trabajó incansablemente para organizar tremenda gigante organización por entonces en pleno monte.

Algunos militares involucrados en la venta de tierras (de montes) lo acusaron de comunista por lo que tuvo que abandonar la zona y, en consecuencia, en poco tiempo, Copasagú vino abajo y desapareció. Torrijos facilitaba la venta de tierras a los inmigrantes a precios inferiores a los de  los agentes militares.  Miles de familias quedaron literalmente colgados ante el cierre de la cooperativa.

2- Cooperativa Minga Guazú Limitada. Creada en los primeros años de la década de 1960 por el sacerdote salesiano Guido Coronel con miles de campesinos paraguayos migrados desde sus respectivos valles a la inmensidad de la selva altoparanaense. Una organización férrea y disciplinada fue la dirigida hasta la caída del presidente Stroessner.

El salesiano Guido Coronel, creador y presidente de la Cooperativa Minga Guazú, Alto Paraná.

Ninguna como la “Minga Guazú” que contaba con sus miles de hectáreas de siembra de trigo, maíz y soja; silos propios, más de 120 camiones propios que llevaban la cosecha desde sus silos hasta las bodegas de los barcos de ultramar en Paranaguá, Brasil. Movía ciento de millones de dólares en la cadena de producción iniciada en su administración (En la foto de portada, los socios cooperativistas reciben a una autoridad extranjera interesada en observar de cerca aquel fenómeno social y económico).

Temprano, todos los días, excepto días de guardar, los socios de la cooperativa «Minga Guazú», con el pa´i Coronel al frente, rumbo a las chacras a trabajar mancomunadamente.

Cayó Stroessner y cayó la cooperativa. Políticos y técnicos oportunistas desvalijaron la que fue una superpotencia agropecuaria.  Hoy queda apenas el recuerdo de aquella organización que hacía felices a sus socios, a la comunidad de Minga Guazú en general.

Queda la lección para los que hoy por mezquindades conspiran no solo contra quienes dirigen entidades cooperativas – de por sí muy sensibles ante cualquier intriga – para que sepan que el perjuicio causado por sus actitudes no solo es capaz de liquidar la misma organización que tantos sudores y lágrimas constaron a sus socios sino a la misma estructura de la economía regional y nacional.

 

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